Alejo Vidal-Quadras invita su modelo a hablar, aprehende sus maneras, se deja impresionar, con el fin de capturar a la expresión de su rostro, tan fugaz como verdadera. En apenas dos sesiones de una hora concluye un retrato al carboncillo. Segundo él, el artista debe ir más allá de la apariencia y transmitir riegos de la personalidad y del temperamento de su modelo: “El retrato refleja la personalidad fuera del tiempo”.